En la cumbre de la felicidad by Ferran Cases

En la cumbre de la felicidad by Ferran Cases

autor:Ferran Cases [Ferran Cases]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788425361418
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2022-08-29T00:00:00+00:00


11

Dimisión en la misión

El refugio de Kakalos era una pequeña casa de piedra vista en medio de la montaña. A diferencia de nuestro anterior refugio, reposaba encima de una gran explanada donde acampaban muchos otros montañeros. En ese instante me di cuenta de que nosotros disfrutábamos de muchos lujos que otros caminantes no se podían permitir.

Tras descargar las mochilas en nuestras literas, tomamos el té de la tarde.

El refugio constaba de tres habitaciones para seis huéspedes cada una, una pequeña cocina y un salón con una mesa ovalada en el centro, ideal para compartir las experiencias del ascenso con otros aventureros. En la pared del fondo, un viejo mueble albergaba libros, revistas y alguna que otra guía de viaje. A la derecha había un corcho lleno de papeles clavados con chinchetas con saludos y agradecimientos en todas las lenguas posibles, y alguna recomendación de las aventuras que podían vivirse en la zona.

Aquella tarde no había nadie más que nuestro equipo de expedición, así que teníamos el salón para nosotros.

Me aparté del grupo sin llamar la atención y, junto a Alice, nos retiramos a un cuarto donde había un sofá de dos plazas y un televisor de los noventa.

—¿Qué tal van tus superpoderes? —me preguntó Alice.

—Aún no los domino del todo. ¿Podría guiarme un poco, maestra?

Mi comentario consiguió sacarle una sonrisa.

—Todo a su tiempo —soltó ella con afecto—. En los ejercicios de esta mañana has respirado y te has centrado en la mente, moviéndote con suavidad. Aquí entran en juego dos hormonas. La dopamina te ayuda a poner foco y la oxitocina refuerza los vínculos emocionales.

—Y la meditación ayuda a dormir. ¡Me da un sueño!

—No es esa la finalidad —dijo con una sonrisa—, sino que dejes de rumiar y preocuparte. Ahora bien, de ahí a que desarrolles poderes...

—Pero ¿no decía un tipo que los lamas levitan? Mi padre tenía ese libro..., de Lobsang Rampa.

—Sí, era de mi país. El hijo de un fontanero que no hablaba una palabra de tibetano.

Ambos reímos.

La atracción que sentía por Alice era real, pero sin duda ella solo intentaba ser amable. No tenía sentido hacerme ilusiones.

Mientras pensaba en todo esto, empecé a sentir un hormigueo en la mano izquierda y, a continuación, una presión fuerte en el pecho. ¿Puede el enamoramiento disparar la ansiedad?

Me sacó de mis pensamientos una mirada profunda de color verde. Alice me miraba como si intentara ver mi alma en el fondo de mis ojos. Algo me decía que ella esperaba una respuesta, pero con mis ensoñaciones había perdido el hilo.

Nuestros rostros se acercaron despacio, como dos imanes que se aproximan por la fuerza de la atracción, en busca de un suave contacto entre nuestros labios. Sin embargo, justo antes de la toma de contacto, giré la cabeza ofreciendo mi mejilla como objetivo final.

Sin dejarse desalentar, sus manos recorrieron mi espalda hasta atraparme en un abrazo. Sintiendo su pecho contra el mío, cerré los ojos y oí el rápido latido de su corazón. El mío batía como un tambor de guerra.

Le susurré al oído un «gracias», no sé muy bien por qué, y me retiré con elegancia.



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